Maria Baptista - Atomic Blonde: ¡La guerra fría hiperestilizada!

Por Rodrigo Martínez Moreno. 

Twitter: @jeavybreathing

El director de Atomic Blonde es un melómano obsesivo que seleccionó con pinzas un soundtrack exquisito que abarca desde Queen hasta Siouxsie and the Banshees. La maniática fijación de David Leitch con la música es tal que en su película aparecen dos versiones de 99 luftballons y Blue Monday, las originales de Nena y New Order respectivamente, y los covers de Kaleida y Health. La playlist de Atomic Blonde ya tiene más de 46.000 seguidores en Spotify.

Al igual que en Basic Instinct (1992), una de las obras maestras de Paul Verhoeven, Atomic Blonde gira en torno al interrogatorio que se le realiza a una rubia intimidante, en esta ocasión no se trata de Sharon Stone sino de Charlize Theron, quien interpreta a Lorraine Broughton, una letal espía británica que lleva a cabo una operación encubierta en Berlín durante los días cercanos a la caída del muro. "¿Quién es el doble espía?" le preguntan a lo largo de toda la película los agentes de la CIA y del MI6, interrogante que a nadie en la sala de cine parece importarle, la historia de Atomic Blonde es vacía. Lo que mantiene al espectador aferrado a su butaca durante casi dos horas es la constante sobreestimulación audiovisual.

¡Atomic Blonde es una película hiperestilizada! La música perenne, los bruscos cambios de iluminación que obligan al ojo a adaptarse a distintas temperaturas de color, la impresionante recreación del Berlín kitsch de los 80 y el deutschpunk soviético no permiten que el público se preocupe por la enmarañada trama. Charlize Theron es una actriz temeraria, ya lo había demostrado en Monster (2003), Prometheus (2012) y Mad Max: Fury Road (2015), aquí lo reivindica.

Esta película reabre el debate sobre la autenticidad de las escenas de sexo entre mujeres cuando son ejecutadas desde la perspectiva de un director hombre, a diferencia de The Handmaiden (2016), las escenas eróticas de Atomic Blonde deambulan entre el exploitation y el fanservice. En esta película todo pasa muy rápido, inclusive el amor.

Es cierto que toda expresión artistica es a su vez un acto político, pero en defensa del director David Leitch, Atomic Blonde no es arte, es entretenimiento. Cuando los Lumière inventaron el cinematógrafo hace más de cien años no estaban pensando en arte, y cuando los espectadores llenan una sala de cine, en su mayoría, solo quieren unos cheap thrills.  Atomic Blonde y John Wick (2014) rescatan el espiritu ochentero del cine de acción, una época en la que todo se valía.

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fuente EL UNIVERSAL - Farándula http://ift.tt/2wZBCEn

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